Tras
finalizar nuestro relato de la ascensión y descenso al Castillo de la Culebra
en Alange, vamos a proceder a dar rienda suelta a la segunda parte de nuestro
proyecto, ya que una vez cubierta la que podríamos llamar faceta de “Almenas”,
pasamos a describir la vertiente de “Alambiques”, es decir, la degustación
gastronómica, tanto de vinos de la tierra a la que pertenece la fortaleza en
cuestión, como los platos típicos de la zona.
En
esta nuestra primera parada de “Almenas y Alambiques”, escogimos (por
recomendación) el Restaurante “El Parador”, situado en la entrada de Alange
llegando desde Mérida. Es domingo y es la hora del aperitivo, por lo que la
concurrencia en el local es amplia. También recomendamos encarecidamente el restaurante Trinidad, justo al lado del que nosotros visitamos, ya que las referencias son inmejorables.
Con
las piernas algo fatigadas por el esfuerzo recién terminado decidimos pedir una
botella de vino tinto Viñalange Tierra de Extremadura, de la Bodega
almendralejense Palacio Quemado, que desde el restaurante nos acompañan con
carne de cerdo en salsa a modo de tapa.
Esta
bodega, propiedad de las familias Alvear (Bodegas Alvear) y Losada e implantada
en Extremadura en 1.999, sigue la línea de trabajo de las bodegas de la familia
Alvear, fundadas en 1.729, en búsqueda constante del mejor suelo y el mejor
clima para la elaboración de sus vinos. Su producción abarca desde vinos
jóvenes de uva tempranillo, syrah y garnacha, hasta crianzas y gran reserva
madurados en barrica de roble francés y americano, incluyendo recientemente la
gama Premium, consiguiendo con todos estos caldos posicionarse como referente
dentro de las bodegas de la DO Ribera del Guadiana.
(Más información en su web http://alvear.es/index.php/es/bodega-palacio-quemado)
(Más información en su web http://alvear.es/index.php/es/bodega-palacio-quemado)
Si
nos centramos en las cualidades del vino que nosotros escogimos, a simple vista
su color es oscuro, con reflejos violáceos, lo que denota que es vino joven y
de uva sureña, junto con la lágrima, que es gruesa. En cuanto a olores,
podríamos decir que el de frutos rojos es predominante, aunque una vez reposado
se aprecia un ligero toque balsámico. En boca el caldo entra fuerte, pero el
gusto es equilibrado y no es excesivamente largo, por lo que es un vino de
fácil disfrute y apto para todos los paladares.
Volvemos
a nuestra comida, y siendo fieles a la verdad, la primera botella nos duró
poco, por lo que cuando nos comunican que podemos pasar al comedor, decidimos
pedir una copa más de este excelente vino para acompañar el menú.
El
trato es amable y servicial, y nos decidimos a probar el revuelto de la casa
como primer plato. Se trata de una mezcla de espárragos trigueros, setas de la
zona y huevos de corral, que sazonado y con taquitos de jamón extremeño hacen
que quedemos bastante satisfechos. Lo recomendamos como entrante. Para el
segundo plato la oferta es variada en carnes, por lo que decidimos pedir
carrillada estofada y solomillo de cerdo, siendo platos que si bien no son
típicos específicamente de la zona, si que aseguran la calidad de las carnes de
nuestra región, siendo muy apetecibles y quedando tras ellos un gran sabor de
boca.
El
maridaje del vino con las carnes es bastante bueno, por lo que podemos
calificar esta primera experiencia gastronómica como satisfactoria, aunque nos
quedamos en nuestra lista de cuentas pendientes con no haber degustado las
ancas de rana fritas, un plato típico de esta localidad y que aconsejamos a los
visitantes.
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