miércoles, 15 de mayo de 2013

HORNACHOS: FORTALEZA ÁRABE


Antes de seguir paladeando el vino fornacense, vamos a hacer un alto en nuestro camino para saborear la historia de la fortificación que nos ha llevado a visitar estas tierras, en las que los últimos musulmanes resistieron hasta 1609.

El Castillo de Hornachos, conocido por su forma de barco, se levanta en una gran roca de la serranía desde la que gobierna el pueblo establecido a sus pies…desde no se sabe bien cuando. Y es que la fecha de construcción del recinto no está del todo clara, pero si coinciden los expertos en que la más probable es el siglo X, con las primeras invasiones árabes, cuyos protagonistas realizarían la construcción en mampostería. En esta época, Hornachos marcaba el límite de los reinos musulmanes de Badajoz y Toledo.

La fortaleza, que se asienta sobre los restos de un antiguo castro de origen túrdulo, contaba en sus años de esplendor con tres puertas: una a la que se accedía por un puente levadizo, otra (la principal) defendida por la torre del homenaje y una puerta accesoria en la parte posterior. En el castillo se podían admirar los escudos de las casas Cárdenas y Zapatas, comendadores del mismo.

Habitaciones, caballerizas y estancias de vivienda ocupaban gran parte de la construcción, junto con una capilla dedicada a Santiago, siendo en este periodo el castillo el que marcaba el límite de las jurisdicciones de esta Orden Militar en Tierra de Barros, y de la de Alcántara en La Serena.



Es 1494,  cuando el recinto castelar mantiene su auge, y aunque en 1515 ya se encargan trabajos de mantenimiento que se darán por terminados en 155o, es en 1575 cuando comienza la decadencia progresiva del castillo fornacense, ya que los comendadores dejan de habitarlo. En 1604 existe constancia de que no había entre sus muros morador alguno y los libros de visita recogen en 1746 que el edificio está “caído, derrotado e inhabitable”.

Desde entonces el declive es paulatino, la erosión del paso del tiempo y los efectos del clima se dejan ver en los materiales usados en su construcción (tábiya, cal, cantos, mampostería), pero aún resisten en pie los restos de un emplazamiento fortificado, que desde la Sierra Grande de Hornachos nos da testimonio de un pasado religioso convulso.

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